SALUD: Neurociencias: La ciencia del cerebro: Neuroética - 2ª parte

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NEUROCIENCIAS: LA CIENCIA DEL CEREBRO

Neuroética - 2ª parte

Fuente: Asociación Británica de Neurociencias


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Neuroética, algunos ejemplos concretos

lgunas de las cuestiones abordadas por la neuroética no son más que sentido común. Imaginaros que el scan cerebral de una persona voluntaria revela una anormalidad cerebral, como por ejemplo un tumor. O imaginaros que una persona en un despiste neurogenético muestra una mutación que lo hace susceptible de padecer una enfermedad neurodegenerativa. En cada uno de estos casos, ¿se les debería informar a las personas implicadas? El sentido común sugiere que la responsabilidad es de la persona voluntaria quien, por adelantado, debería haber sido preguntado si daba o no su consentimiento a revelar cualquier información médica descubierta en el scan.

Sin embargo, el consentimiento de información es una cuestión muy particular. Supongamos que un investigador esté llevando a cabo unos ensayos clínicos para un nuevo tratamiento del infarto cerebral en el cual tanto el placebo como la sustancia, de una forma ciega, deben ser administradas durante las primeras horas antes del infarto. Hay razones científicas de peso para realizar el protocolo de esta manera. Pero no podemos anticipar quien va a tener un infarto y puede que para la persona que lo padezca sea imposible dar el consentimiento. Si esto evita que el paciente participe en el ensayo, iría en su detrimento y el de posteriores pacientes. Por otro lado, los familiares puede que tampoco estén en un estado de ánimo ni mental que les permita tomar este tipo de decisiones en ese preciso momento.

¿Deberíamos olvidarnos del consentimiento e introducir cesiones/renuncias para obtener el mejor resultado? ¿O esa sería una dirección muy peligrosa? Otro aspecto extremadamente importante de la neuroética estárelacionado con la experimentación animal. Los animales no están en situación de dar su consentimiento para los experimentos invasivos que se van a realizar en sus cerebros.

Para algunas personas, sólo la idea de ese tipo de experimentos les disturba. Para otros proporciona un avance en nuestra comprensión del sistema nervioso en condiciones normales y durante la enfermedad, por lo que el no llevarlos a cabo parece ilógico. Estas no son cuestiones fáciles de debatir, pero debemos hacerlo y de forma respetuosa.

En la mayoría de los países europeos, los experimentos con animales están regulados de una forma muy estricta. Los investigadores deben atender cursos y pasar unos exámenes que demuestren su conocimiento de las leyes, su competencia y asegurar que no va a ocurrir ningún sufrimiento innecesario para el animal. Se acepta de forma general que las tres Rs-reducción, refinamiento y reemplazamiento son unos principios que todos los científicos biomédicos deben cumplir. Y lo hacen gustosos, dentro de un marco legal y generalmente con la unánime aceptación pública. Muchos hallazgos nuevos en neurociencias se han originado a partir de técnicas de reemplazamiento, tales como los cultivos celulares y los modelos computacionales. Sin embargo, estos no pueden reemplazar todos los estudios “in vivo” del cerebro, de los cuales surgen descubrimientos y tratamientos para múltiples enfermedades neurológicas y psiquiatritas. Por ejemplo, el uso de L-DOPA para tratar la enfermedad de Parkinson surgió del trabajo de un Premio Nóbel en el cerebro de rata. Es más, ciertas nuevas técnicas ofrecen nuevas oportunidades a las personas enfermas y a los animales enfermos.

Sólo comunicación

Es una sorprendente verdad el hecho de que en los países en los cuales los científicos más se comunican con el público general, es donde menos se confía en los científicos. Pero la relación no es igual que la causa y es poco probable que este esfuerzo responsable para involucrar al público en la discusión del impacto de la ciencia en la sociedad y el gran sentido de la responsabilidad para hacerlo, sea la causa de esta creciente desconfianza. Más bien lo que pasa es que la gente interesada se está volviendo más sofisticada, o mejor dicho más escéptica frente a la aparición de nuevos “fármacos milagrosos”, y son más conscientes del lento y a veces incierto avance de la ciencia. El intentar reducir la desconfianza no es una razón para volver a la ignorancia ciega.

Una razón importante para enganchar a los jóvenes y a la gente interesada en neurociencias es el hecho de que los neurocientíficos todavía discrepan sobre muchos de los pilares básicos de su campo. En vez de fijarse sólo en descubrimientos aislados, los medios deberían pensar más bien en la ciencia como un progreso. Un progreso lleno de debate e incertidumbre.

La Neuroética es un nuevo campo. Una ironía curiosa es cuando Richard Feynmand, un físico teórico, explicó que la razón por la que se dedicaba a la ciencia era “por el placer de descubrir”. Irónica, porque fue Feynmand, quien se lanzó a intentar averiguar porqué la aeronave espacial, Challenger, explotó poco después de despegar. El impacto de la ciencia en la sociedad nos afecta a todos.

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